martes, 27 de marzo de 2012

Sobre la universidad pública

Nos gustan los datos y las estadísticas, pero a veces se nos olvida que detrás hay personas y casos reales. Por eso, hoy voy a hablar de mi universidad, la Universitat de València. Concretamente de algo que me trae de cabeza y he recordado hoy. Este cuatrimestre tenemos una asignatura de catalán (valenciano, llemosí... no se centra aquí la cuestión) orientada hacia los medios de comunicación: algo tan simple como hablar con un registro estándar y tener la capacidad de hacerlo correctamente en público acompañado de lenguaje no verbal. Como siempre, la clase es heterogénea en cuanto a orígenes del alumnado y hay compañeros con la ventaja de saber hablar y escribir en valenciano y otros, que vienen de fuera, parten de cero.

Che tu! Con Babalà aprenderíamos más!
Lo lógico sería que el profesor enseñara unas nociones básicas de gramática y pronunciación; vamos, lo que se repite curso a curso en la ESO, tanto que la tachan de catastrófica y que a muchos nos sirvió para sacarnos el Mitjà sin problemas. Pues bien, a finales de marzo que estamos y habiendo comenzado las clases en febrero puedo afirmar que no he aprendido nada (aunque no me quede mucho por aprender). ¿Por qué? La razón está en la docencia: la profesora es nativa catalana, hasta ahí perfecto, pero carece totalmente de motivación y técnica para enseñar.

La universidad pública, lo sabemos, la paga la sociedad con sus impuestos, como otros servicios que garantiza el Estado del Bienestar. Salimos a la calle el último mes para exigir que no se deje de invertir en una educación pública de calidad, pero ¿realmente lo es todavía? La pública debería ser una institución de prestigio, con profesores de prestigio. Algunos achacan la falta de calidad a la ausencia de premios Nobel en las tarimas pero, sinceramente, no hace falta tener a un Nobel de profesor para que las clases sean instructivas. Hacen falta motivación, capacidad y ganas.

Y precisamente esas cualidades las he visto en profesores que reciben la denominación de asociados: personas con un trabajo ajeno a la docencia universitaria pero que, a cambio de un salario de risa, prestan un servicio a la Universidad y ofrecen su valiosa experiencia profesional directamente a los alumnos. Por desgracia, los asociados están en peligro de extinción en la Universitat de València. Y entonces, solo quedan los profesores titulares, como mi profesora de catalán.

Somos de Periodismo, uno de los grados con nota de corte más alta de la UV. Somos de la pública, un servicio que paga la ciudadanía con sus impuestos. ¿Por qué no podemos tener una educación a la altura de las circunstancias? ¿Por qué esos mismos ciudadanos no exigen que sus impuestos se inviertan en lo mejor? Profesores mediocres ocupan puestos de los que depende nuestra formación, los médicos se nos van del país, y muchos nuevos estudiantes siguen acudiendo a universidades privadas (teniendo nota para ir a la pública)... en fin, a ver si vamos a perder nosotros también la motivación, después de todo.

1 comentario:

anabolizante dijo...

Ahhhh filla, esa gran duda que a todos los de la UV y otras nos ataca!