miércoles, 18 de enero de 2012

Mujeres

Durante décadas el poder del hombre (económico, social, político) ha sido superior al de la mujer. Con el avance de la educación y el progreso, no sólo los derechos y las obligaciones nos han equiparado, sino también un cambio en la mentalidad de las nuevas generaciones. El fin de la represión (no sin antes haberse cobrado sus víctimas) no tiene lugar sólo en las instituciones que han llevado a nuestro país hasta la democracia. También se acaba la represión voluntaria que, como la autocensura, se imponen a sí mismas muchas de las mujeres que integran el cuerpo social del Estado.
El hombre ya no tiene la hegemonía. Nosotras tenemos un valor individual propio, innegable e innato, más allá de ser la compañía creada a partir de una costilla ni la tentación de una manzana recién arrancada del árbol. Sí, podemos ser compañía y tentación, pero no tenemos por qué limitar nuestras trayectorias vitales a unos objetivos impuestos por ideas ajenas.
Tenemos nuestras propias ideas y las defendemos. Tenemos aspiraciones. Personales y profesionales. Hay ideas que han conseguido escapar del progreso, pero es nuestro derecho y deber luchar porque no se perpetúen.
Cada una es libre para decidir.

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