lunes, 26 de diciembre de 2011

Caída libre

¿Alguna vez has sentido que tus circunstancias se movían a una velocidad superior a la tuya? ¿Que no eras capaz de parar e imponer dictatorialmente el protagonismo que, por derecho, te pertenecía en tu vida?

Nos estamos convirtiendo en paquetes de datos. Números seguidos de una letra. Tarjetas de crédito, actualizaciones en una red social, mensajes de móvil. A veces siento que la vorágine informativa me absorbe hacia el centro de un huracán, como una aspiradora. Pero nunca voy a meterme en el saquito de pelusas y caos que hay al final del tubo.

Plántate. Apágalo todo, apaga las voces que no quieres oír, las que gritan por encima de la tuya propia y no te dejan oír tus propios pensamientos. Enciende la llama que había antes en tu mirada de niña y deja que todo aquello que te quema día a día se convierta por fin en cenizas.

Tíralo todo, tíralo por la ventana, tírate tu. Cuando sientas el aire en tu cara, la velocidad de tu propio cuerpo cayendo y te des cuenta de que ya no tienes nada que perder; cuando choques contra el suelo, no te dolerá. El impacto contra tu propia realidad, el chute de adrenalina, te hará sentir como a Jared Leto en Requiem for a dream (o, como mínimo, te hará poner la misma cara de gusto). La serotonina es la mejor droga del mundo.

Pelea por tu vida. Ve a por lo que quieres. Satisfaz tus deseos. Si te gusta, hazlo. No debes sentirte mal (a no ser que estés haciendo algo inmoral o invadas la libertad del vecino, claro). No todo es blanco o negro. Hay una larga escala de grises entre sentirse arrepentida y sentirse orgullosa. No hace falta que recuerdes todos sus nombres, pero aprecia los tonos de cada uno. A lo hecho, pecho. Y así llegara el día en que llegues a estar orgullosa, pero de ti misma.

1 comentario:

James Leer dijo...

O de ti mismo.
Reconfortante leer algo asi de vez en cuando.
Siempre hay otra oportunidad.