Nos estamos convirtiendo en paquetes de datos. Números seguidos de una letra. Tarjetas de crédito, actualizaciones en una red social, mensajes de móvil. A veces siento que la vorágine informativa me absorbe hacia el centro de un huracán, como una aspiradora. Pero nunca voy a meterme en el saquito de pelusas y caos que hay al final del tubo.
Plántate. Apágalo todo, apaga las voces que no quieres oír, las que gritan por encima de la tuya propia y no te dejan oír tus propios pensamientos. Enciende la llama que había antes en tu mirada de niña y deja que todo aquello que te quema día a día se convierta por fin en cenizas.
Tíralo todo, tíralo por la ventana, tírate tu. Cuando sientas el aire en tu cara, la velocidad de tu propio cuerpo cayendo y te des cuenta de que ya no tienes nada que perder; cuando choques contra el suelo, no te dolerá. El impacto contra tu propia realidad, el chute de adrenalina, te hará sentir como a Jared Leto en Requiem for a dream (o, como mínimo, te hará poner la misma cara de gusto). La serotonina es la mejor droga del mundo.
Pelea por tu vida. Ve a por lo que quieres. Satisfaz tus deseos. Si te gusta, hazlo. No debes sentirte mal (a no ser que estés haciendo algo inmoral o invadas la libertad del vecino, claro). No todo es blanco o negro. Hay una larga escala de grises entre sentirse arrepentida y sentirse orgullosa. No hace falta que recuerdes todos sus nombres, pero aprecia los tonos de cada uno. A lo hecho, pecho. Y así llegara el día en que llegues a estar orgullosa, pero de ti misma.
1 comentario:
O de ti mismo.
Reconfortante leer algo asi de vez en cuando.
Siempre hay otra oportunidad.
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