viernes, 14 de octubre de 2011

¿Fondo o forma?

Lana Del Rey. Quedaos con el nombre. Bastaría decir que su voz es impresionante para que alguien se interese mínimamente en escucharla pero... -vaya, un pequeño lapsus- no, claro que no bastaría, ¡estamos en el s. XXI! ¿A quién le va a interesar sólo un poco de talento, crudo y sin pulir?
Añadiré el vídeo de su single para hacer un poco más gráfico a lo que me refiero:



Efectivamente, no está nada mal. Como las otras que aparecían en este artículo de El País-Tentaciones que me ha dejado un poco patidifusa. ¿Patidifusa? Sí, un poco. Es innegable que estas chicas talento y voz tienen, al menos la cantante con la que abro el post. Pero en la forma de promocionarse prima mucho más la forma que el fondo. Veamos: todas ellas aprovechan la baza física, el cuerpo 10 que tienen -cebo número uno para pescar al segmento de mercado masculino-, aunque sin llegar al extremo Rihanna.


Es como si la industria de la música se viera obligada a tirar de imagen y no tanto del propio talento del artista para conseguir ventas. ¿O escuchamos a Lady Gaga, Katy Perry o Beyoncé sólo por sus voces? No, las escuchamos porque sí, nos gusta su música -hecha para gustar fácilmente, por cierto- pero también por todo el espectáculo que conllevan. Se invierten millones en un artista, que luego toca recuperar con cuanta más parafernalia mejor. Pero ¿no nos estaremos cargando las raíces de lo que es este arte en sí?



Lo mismo ocurre en otras industrias culturales, como la del cine. Hollywood. De un tiempo a esta parte, parece que todas las películas que salen de aquel horno son iguales: explosiones, chica sexy que al final se va con el tío duro, muchos efectos especiales... y muy poco argumento. ¿Cuánto cuesta hacer todo eso? Muchos millones. ¿Cuánto cuesta hacer una película con un buen argumento y una puesta en escena decente? Dinero, sí, pero no tanto. Sin embargo, consumimos más las películas clónicas americanas que las que aportan algo y te hacen pensar cuando sales de la sala de cine.

En fin, la moraleja de todo esto es que nos lo hemos buscado, la globalización -sí, me ha dado con la globalización, qué pasa- nos lleva cada vez más a un mundo frívolo, acelerado y con ganas de ser sorprendido. Y cada vez es más difícil sorprender. Pero sería sorprendente darnos cuenta de que nosotros dirigimos el rumbo de este barco, y que lo que elijamos ahora se consumirá mañana. Pues eso, elijamos.

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