lunes, 24 de octubre de 2011

Alimentar egos

"A todos nos gusta que nos alimenten el ego". El otro día, mi profesor de Tecnología de la comunicación -para que nos entendamos, de tele y radio- dijo esta gran verdad en clase. Así escuchada sin contextualizar no suena bien, pero no refleja un concepto con connotaciones negativas sino algo bastante coherente. Pensemos un poco... ¿qué tiene más audiencia, Saber y ganar o El intermedio?

No recibimos igual la información, o no estamos igual de predispuestos a seguir recibiéndola, dependiendo de la actitud de su emisor. No tiene nada que ver con el atractivo o la belleza del emisor, sino con el gancho, con la capacidad de captar la atención del receptor -de alimentarle el ego-. Al parecer, nos gusta más recibir una información del Gran Wyoming -lo siento por si me lees, pero con cariño he de decirte que no encajas en los cánones de belleza modernos-, que es locuaz, expresivo y nos genera expectativas sobre lo que va a decir al siguiente minuto, que de Jordi Hurtado -tampoco un gran representante de los cánones de belleza-, que es previsible, inexpresivo y bastante monótono. Nos gusta más que nos sonría una chica mientras nos cuenta las cosas, como Patricia Conde -y, en especial a los telespectadores masculinos, cuyo ego queda más que alimentado... empachado-, que escuchar lo que nos dice una persona con cara de malas pulgas.

Con esto quiero hacer hincapié en lo importante que es nuestra forma de dirigirnos al mundo. De nosotros depende, en una pequeña medida, hacer más brillante la tarde de alguien. Y eso, al final, nos puede hacer la tarde más brillante también a nosotros. A todos nos gusta que el -joven y atractivo, por cierto- conductor del autobús nos salude con un "¡Hola, guapa!", pero seguramente ni se enterará de que has entrado por la puerta y jamás sabrás que te considera guapa si no lo miras y lo saludas primero, alimentándole un poco el ego.


Depende de nosotros la impresión que causamos en los demás y nuestra manera de encarar el día a día. Esforzarnos por sonreír aunque nos levantemos con el pie izquierdo puede hacer que nos acostemos con una sonrisa que no requiere de esfuerzo. Y, sobre todo, depende de nosotros darnos cuenta de que dar sin esperar nada a cambio suele dar más frutos que dar solamente si vamos a recibir algo, por interés. Esto tiene mucho que ver con el concepto de feedback, sobre el que escribiré pronto, si tengo tiempo.
:)

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