Por supuesto, es importante que tanto los hombres como la ropa te parezcan bonitos. A su manera, todo tiene su encanto. Pero no hay que dejarse seducir por unas palabras bonitas, si detrás sigue habiendo material barato. Ya puede llevar la camiseta una frase inteligente, que si costaba tres euros, será que con la misma máquina y mano de obra barata pueden imprimir la frase más estúpida del mundo en la siguiente tanda de camisetas. Y tú te la pondrás igual, serás igual de estúpida que la frase, la camiseta, y el hombre.
Después hay quien prefiere comprar ropa nueva cada mes (que generalmente será barata, a no ser que tengas la suficiente pasta como para hacer que lo que te compras cada mes te dure el doble de años... ¡y eso sería mucha ropa!) en vez de buscar prendas especiales que pueda seguir queriendo llevar pasadas varias temporadas. Sí, lo novedoso te hace feliz durante un tiempo, te sientes la reina del mambo, la más fashion, la más trendy. Pero nada te une sentimentalmente a esa falda ni esos zapatos. No sentiste palpitaciones la primera vez que los viste, ni has visto las estrellas en medio de la noche con ellos puestos, tampoco te has revolcado en la hierba riéndote veinte veces con esos pantalones. No sonreirás cuando abras el cajón para renovar tu armario este verano y veas esa camiseta, todavía suave, que tantos buenos momentos te ha hecho pasar. En su lugar, estarás estresada pensando en la necesidad de huir a comprar unas cuantas prendas que te sirvan para las dos próximas semanas y que luego, con alguna excepción, olvidarás en el armario para siempre.
Siempre me ha gustado expresarme con metáforas... y está claro que a mí me gustan las prendas especiales, de calidad y bonitas. ¡Pero ojo, que hay que respetar todos los gustos!
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