miércoles, 23 de septiembre de 2015

En medio del griterío

Cuando volví a mi país este verano pensé que, al menos, a pesar de la lacerante coyuntura económica que pronto me iba a hostigar, tendría un breve descanso para relajarme y disfrutar de todo aquello que ser becaria casi non-stop los últimos dos años me había dificultado. Por falta de tiempo, básicamente. Una de esas cosas era la literatura. Nunca me han gustado las imposiciones de ningún tipo, y estoy convencida de que "conminar" a los jóvenes a leer novelas de otro siglo en las escuelas muchas veces les apaga la curiosidad, en lugar de encendérsela. En la carrera, comprensiblemente, los libros académicos tienen prioridad. Y cuando trabajas... En fin, que en medio de toda esta sarta de excusas para autojustificar mi escasa lectura en los últimos tiempos, me topé con un artículo que decía que Stephen King lee 60 novelas al año, de media.

Las cifras de King, fabricante de bestsellers indiscutible, estaban a años luz de las que tengo apuntadas en una humilde lista en la puerta de un armario, y que intento dignificar cada año desde 2011 con títulos nuevos. Acuciada por la tendencia descendente de mis números, decidí aprovechar esa importante institución pública que es la biblioteca, y me sorprendió gratamente que a nivel autonómico se hubiera creado un catálogo de ebooks y una app que, por cierto, no parece conocer mucha gente y que ni la misma bibliotecaria sabía utilizar. Las nuevas tecnologías, ay.

Así que en esta temporada estival he leído ya tres libros gracias a la app de eBiblio: "El verano sin hombres", de Siri Hustvedt; "Matar al padre", de Amélie Nothomb; y, anoche mismo, "Música para feos", de Lorenzo Silva. Confieso que tras leer la novela de Hustvedt, uno de mis criterios para elegir es el número de páginas: cuantas menos, mejor (pero sin caer en el folleto, claro). Noto que cada vez me resulta más fácil leer: sin ir más lejos, "Música para feos" la he devorado en dos noches, apurando las vacaciones.

En medio del griterío, del incesante flujo de información que nos sobreestimula desde múltiples pantallas (móvil, tableta, portátil, televisión...), he encontrado un pequeño remanso de paz en la literatura. Lo siento como un "volver a mí misma", sin imposiciones (o sin más imposiciones que las que yo quiera). Pero, en medio del griterío, también caigo en el vicio contemporáneo que tanto repudio. Siento ganas de unir mi voz al batiburrillo, de que también se me oiga: "He leído esto, era bueno", o "esto era una bazofia". En medio del griterío, ya no sé si leo por el placer de leer o por el de engrosar aquella raquítica lista pegada en la puerta de mi armario. Y decírselo a todo el que lo quiera saber.

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